jueves, 18 de octubre de 2012

SONETO 29

Limpiando mi caja de Pandora literaria he encontrado una vieja conferencia que me pidieron hace un par de años sobre qué libro me llevaría a una isla desierta y me he encontrado con la sorpresa de que osé en ella citar a Shakespeare (reproduzco abajo el fragmento). Una avalancha de recuerdos me ha venido encima al caer en la cuenta de que mi ejemplar de los sonetos quedó en el Sur, espero que por poco tiempo. Entretanto me he entretenido en buscar y he encontrado esta maravilla que inserto al final, precedida del texto inmortal.

Así espero hoy la medianoche, en que mi Vida volverá a su compás.


EL FRAGMENTO.



Otras lenguas tienen otros privilegios, más antiguos o más modernos, pero diferentes.  En la lengua francesa, que conozco mal, es, a mi juicio Stendahl quien rompe moldes e inventa la estructura narrativa. En italiano lo fue Dante, mucho tiempo antes, quien, en La Comedia, crea un mundo que engloba la poesía y el arte de narrar, dos blancos de un tiro, por eso no hay nada como La Comedia.

En alemán es Goethe el que realiza este acto innovador, y lo hace también en poesía y en narrativa, pero en la obra de Goethe están ambas separadas, mientras que en la de Dante todo es uno y lo mismo. En inglés es Shakespeare quien lo hace, y aquí debemos detenernos un poco porque Shakespeare introduce otra variable en el sistema: el alma humana.

Shakespeare reinventa el hombre. Para el escritor el hombre se había definido en tiempos de la tragedia griega. Estos relatos, en los que lo divino se enlaza con lo humano para devenir mito y ser experimentable en uno mismo, fijan el modelo del ser humano hace unos dos mil quinientos años, y ese modelo se mantiene hasta que Shakespeare, en su monumental obra dramática, reinventa el ser humano y le dota de emociones y sentimientos que no existían en tiempo de los griegos, los celos, por ejemplo. Y este ser humano sigue siendo el mismo, y de ahí el mérito del escritor inglés.

Quiero citar otro logro de Shakespeare y es el poético: olviden a Quevedo, a Juan Ramón, y a cualquier otro, en cualquier lengua, incluido Dante Alighieri: nada hay como los sonetos de Shakespeare. Son unos ciento cuarenta, leyendo uno cada día, diez minutos antes del desayuno, en medio año habrán leído todos y habrán entendido qué cosa es la poesía.


EL TEXTO INMORTAL.

When, in disgrace with fortune and men's eyes,
I all alone beweep my outcast state
And trouble deaf heaven with my bootless cries
And look upon myself and curse my fate,
Wishing me like to one more rich in hope,
Featured like him, like him with friends possess'd,
Desiring this man's art and that man's scope,
With what I most enjoy contented least;
Yet in these thoughts myself almost despising,
Haply I think on thee, and then my state,
Like to the lark at break of day arising
From sullen earth, sings hymns at heaven's gate;
For thy sweet love remember'd such wealth brings
That then I scorn to change my state with kings.  


LA MARAVILLA FINAL.