martes, 6 de diciembre de 2011

EPÍLOGO





Sevilla, ocho y veinte de agosto de 2009

Mucho, mucho ha pasado, pero no se me olvida que soy yo quien debe carta y ahora siento que el momento es el adecuado. La Luna llena ha dejado su impronta en el cielo y este sábado me recojo lentamente, como con devoción, con reconocimiento de unas reminiscencias que han ido apareciendo poco a poco a lo largo de este año, escasas y pequeñas, al principio, torrente manso y poderoso a la vez, ahora, capaces de mover molino o de dejarse llevar hasta el mar.

El azar doméstico (hasta hoy no la había visto) ha colocado, un metro por delante de mi, una foto de mi persona tomada en el 97, con la Esfinge detrás y la gran Pirámide al fondo. Entonces sí que eran huracanes y tormentas, y precisamente en la tremenda historia contenida en esa foto es en la que di un golpe de timón que, con los años, ha sido el que me ha traído aquí, playa sin arena y sol sin brisa de verano.

No fue un golpe fácil ni rápido, pero lo importante no era sino la decisión de darlo, la voluntad férrea ayudada por la inteligencia que dice Sí a la Vida y que decide no conformarse. El ánimo trágico de las almas embarcadas a la conquista de sí mismas; pero advenidas a un navegar a la ventura, hasta que se descubren a sí en los vientos y en las mareas, aparentemente fatales.

Esa chispa es la que me visita ahora, también. No puede ser de otra forma, playa sin arena, sol sin brisa de verano: es hora de construir de nuevo. He tenido mi Troya y mi viaje de retorno, del que tanto he compartido contigo. Llega ahora el tiempo de tomar compás y regla y trazar, de quitar el óxido de las palancas y los niveles; de preparar la caravana y de gozar con el tintineo de la campanilla del camello: la obra abierta, esperando la piedra.

Afortunadamente la rosa es efímera, y no hace falta echarla al fuego: el milagro sucede todos los días, a veces casi sin palabra. Ella vive, como intuyes, en ese inmenso espacio-tiempo que, aparentemente, separa la materia de la energía mediante inverosímiles curvaturas en geometrías en las que no se puede construir.....con nuestras viejas herramientas, con nuestra vieja palabra. No hay otra Verdad, y cuando al fin nos toca ya no la estábamos deseando.

Todos los vientos que allí y entonces soplaron, las nubes que empujaron; las aguas que éstas vertieron, los torrentes en los que se juntaron y los barros que por sus lechos arrastraron; todo ello remansa ahora en el punto geométrico en el que debe, y ahí, en la paz de la tenue luz del crepúsculo, en lo profundo, vuelve la vida a crecer, lenta pero inexorablemente. Así lo siento.

Recopilo mis etapas y paso revista a lo que conozco: entiendo que cada cosa tiene su lugar y sitio que le corresponde, que tengo una colección magnífica, aparentemente dispersa pero en verdad capaz de complementarse, orquestarse y crear. Esta es la tarea.

Sin lugar para banalidad alguna, sin sitio para el maligno y sus tentaciones, diciendo sólo Sí (sí sí sí…..) a la Vida, voy escogiendo de entre mi colección los elementos que han de conformar un camino con corazón, campo de prueba para el ouroboros recién llegado.

Esta vez siento que es en serio. Tengo el ánimo para ello y estoy en condiciones físicas, intelectuales y afectivas como para aceptar que lo que sea que emerja por el otro extremo del túnel no va a ser lo mismo que ahora entre en él. Porque el cambio es cambio, las decisiones suponen elección, la voluntad se apoya en la inteligencia y nos empuja en el primer paso, el que nos pone sobre el abismo.

Permíteme compartir contigo (Rachmaninov comparte su segundo concierto para piano) este momento. Y déjame pedirte que me ayudes, en este viaje, tan cerca, como lo hiciste en el otro, tan lejos. Sin tus palabras, sin tu luz, sin Amor, aquel viaje habría sido inútil:

En mi casa, Villa Maya,

Hay una puerta sin cerradura,

La escalera lleva hasta La Luna.

Y con él te mando mi abrazo, grande, nuevo, más y más alegre.