sábado, 19 de marzo de 2011

LUNA DE PRIMAVERA

(...gata valiente de piel de tigre
con voz de rayo de luna llena...)
(J. Sabina)


Tenía claro no viajar más solo pero no ha habido más remedio. Rumbo a oriente, en Antequera salió la luna casi llena y se fue alzando en el cielo. Llegando a Granada desapareció tras un risco y cuando volvió lo hizo en una recta tal que le daba el sol poniente por el retrovisor. Ahí estábamos, tú y yo, tan lejos, tan cerca.

¿Te acuerdas de la luna? No la pillamos llena, tú y yo, en nuestro periplo eterno por el mundo buscando pequeñeces. Queríamos verla en Sevilla, la siguiente, la próxima, la primera tras el equinoccio, la luna de Nissan.

En Sevilla ya hay azahar floreciendo, quizá en unos días a mi vuelta ya esté regalando su aroma. No a ti, mi Amor, y cómo me va a doler a mí, como ya me duele hoy. Llegó la primavera, pero tú te quedaste en el invierno. Y yo sigo.

Me duele mucho hoy, Amor, y tú no estás para mirarme de reojo, para sonreír con ojos entornados, para buscar el Macorina en el youtube y pasar tu brazo por mi cintura hasta diluir mi mirada perdida en el infinito, lo que siempre conseguías antes de a la de tres.

¿Te acuerdas? Fue en Santiago, tras la lluvia y el sol que nunca se puso para nosotros en el final de la tierra. Tú soñabas con Sevilla y yo con Dublín. Lo echamos a suertes y salió Sevilla. Pero todo salió mal.

Hoy me duele, Amor, me duele tu ausencia más que nunca. Mañana y pasado mañana los queridos Hermanos diluirán, a veces sin saberlo, a veces sabiéndolo, todo mi dolor que no tengo derecho a expresar pues es un Dolor universal que todos sentimos mucho y muchas veces. Pero a mi me duele el mío, el de ahora, y al escribirte te tengo más cerca, tu ausencia se vuelve presencia, y... ¿qué?

Me dicen que es cuestión de tiempo y quienes me lo dicen no es solo porque me quieren: saben que es así. Yo también lo sé. Pero hoy, aquí tan lejos de todas partes, cada vez que oigo un ruido miro a mi derecha esperando verte salir de la ducha, y sonreír. Y no puedo creer que no sea cierto.

Algún día yo me iré también. Y se quedarán los pájaros cantando...