domingo, 3 de octubre de 2010

SOBRE UN POEMA DE BORGES




CAZORLA, 1977

El joven caballero contempla las ruinas del abrasado castillo de La Iruela. Comparte alrededor de una improvisada hogera su última salchicha con su camarada de armas. Y, a pesar de todo, deciden subir a la sierra, a pie.
Pero allí el caballero no halló lo que buscaba, sino:

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.


SEVILLA ESTE, 2010.

El caballero, ya viejo y desdentado, recuerda ese tiempo en que quiso servir para ser útil, y ser útil, para servir. Despacio, comprende las brasas en La Iruela y sabe que son las suyas. Que es por sus pecados que todo le ha salido mal, y que así seguirá siendo y que entrará, más temprano que tarde, en el infierno que otros han forjado para él.

Pero sonríe: sabe que no se rendirá, nunca.




Se está muriendo a chorros
pero no puede morirse de una vez
porque tú existes.